Casandra era una tímida niña de
seis años que prefería la compañía de sus muñecas a relacionarse con otros
niños. Por este motivo no le resulto muy duro cambiar de casa y dejar atrás su
antiguo barrio y colegio cuando sus padres decidieron mudarse.
Sus padres estaban preocupados
por el cambio, pero sabían que con el tiempo acabaría disfrutando de su nuevo
hogar. Una vieja mansión que tenía un gran jardín, con un columpio, un tobogán e
incluso una pequeña casita de madera en el árbol.
La niña se acostumbró enseguida a
su nuevo hogar. Pero tener tanto espacio para jugar la volvió incluso más retraída
y solitaria. Casandra solía subir con sus muñecas a la casa del árbol y pasaba allí
varias horas hablando sola, según ella con su amiga Ana. Los padres no le
dieron mucha importancia pues sabían que a esa edad eran comunes los amigos imaginarios.
Las vacaciones de verano pronto acabarían y con el nuevo curso escolar haría nuevos
amigos en clase.